A 20 kilómetros del mar, en el valle de Supe (norte de Lima), un equipo de arqueólogos, dirigido por Ruth Shady Solís, inició en 1994 una serie de excavaciones e investigaciones cuyas conclusiones sorprendieron al mundo arqueológico internacional: Caral, con sus 65 hectáreas de construcciones monumentales, es la ciudad más antigua América.
El conjunto ceremonial consta de seis pirámides la mayor de las cuales tiene 18 metros de alto. Además, se descubrió un gran “anfiteatro” donde se realizaban grandes ceremonias religiosas públicas y un “altar del fuego sagrado”, posiblemente de acceso restringido.
Las evidencias arqueológicas indican que Caral fue la sede de un “estado prístino”, donde se realizaban actividades gubernamentales, religiosas, administrativas, artesanales e inclusive comerciales. A nivel socio-político, Caral fue una sociedad con sectores sociales diferenciados de acuerdo a su papel en la producción, control y distribución de los excedentes. Esta sociedad era dirigida por autoridades permanentes (sacerdotes- astrónomos especializados) que contaban con un eficaz medio de control coercitivo ideológico y religioso.
La base productiva estaba conformada por los ayllus –comunidades- dedicados principalmente a la agricultura. Esta actividad tuvo gran desarrollo gracias a la construcción de una red de canales de regadío. En los campos agrícolas del valle de Supe se producía, principalmente, algodón, calabaza, zapallo , frijoles, camote, ají y pacae.
Se sabe que los habitantes de Caral aun no conocían las técnicas de cerámica, pero eran excelentes fabricantes de mates, y sobretodo de tejidos y redes de pescar. El cultivo de algodón y la fabricación de tejidos de calidad, habrían convertido a esta ciudad arcaica en un gran centro manufacturero y núcleo de una amplia red mercantil interregional.
Otro descubrimiento importante del equipo dirigido por la Doctora Shady es el conjunto de flautas traversas, instrumentos musicales hallados muy cerca del Anfiteatro. También destacan las estatuillas de ídolos femeninos, posiblemente vinculadas a la Pacha Mama, divinidad agrícola de gran difusión en el mundo andino.
El conjunto ceremonial consta de seis pirámides la mayor de las cuales tiene 18 metros de alto. Además, se descubrió un gran “anfiteatro” donde se realizaban grandes ceremonias religiosas públicas y un “altar del fuego sagrado”, posiblemente de acceso restringido.
Las evidencias arqueológicas indican que Caral fue la sede de un “estado prístino”, donde se realizaban actividades gubernamentales, religiosas, administrativas, artesanales e inclusive comerciales. A nivel socio-político, Caral fue una sociedad con sectores sociales diferenciados de acuerdo a su papel en la producción, control y distribución de los excedentes. Esta sociedad era dirigida por autoridades permanentes (sacerdotes- astrónomos especializados) que contaban con un eficaz medio de control coercitivo ideológico y religioso.
La base productiva estaba conformada por los ayllus –comunidades- dedicados principalmente a la agricultura. Esta actividad tuvo gran desarrollo gracias a la construcción de una red de canales de regadío. En los campos agrícolas del valle de Supe se producía, principalmente, algodón, calabaza, zapallo , frijoles, camote, ají y pacae.
Se sabe que los habitantes de Caral aun no conocían las técnicas de cerámica, pero eran excelentes fabricantes de mates, y sobretodo de tejidos y redes de pescar. El cultivo de algodón y la fabricación de tejidos de calidad, habrían convertido a esta ciudad arcaica en un gran centro manufacturero y núcleo de una amplia red mercantil interregional.
Otro descubrimiento importante del equipo dirigido por la Doctora Shady es el conjunto de flautas traversas, instrumentos musicales hallados muy cerca del Anfiteatro. También destacan las estatuillas de ídolos femeninos, posiblemente vinculadas a la Pacha Mama, divinidad agrícola de gran difusión en el mundo andino.
Los fechados radiocarbónicos publicados en el año 2001 arrojaron una antigüedad de 2 600 años a.C. convirtiendo a Caral en la “cuna de la civilización andina”. Esta ciudad sagrada fue contemporánea a otros grandes centros urbanos del mundo antiguo como Ur y Uruk, en Mesopotamia; y Tinis y Menfis, en Egipto. Estas ciudades se desarrollaban hace 4 500 años, en los albores de la civilización mundial.
Ruth Shady escribe: “Hace 5 millones de años que los seres humanos iniciaron el poblamiento del planeta, pero sólo 5 mil años atrás empezaron a construir centros urbanos y a integrar redes de interacción a largas distancias. Seis sociedades en todo el mundo pudieron cambiar sus modos de vida y generar las condiciones que hicieron posible la civilización, el Estado y la formación de las ciudades: Mesopotamia, Egipto, India, Perú, China y Mesoamérica. Es importante conocer cada una de estas civilizaciones porque ellas influyeron en el desenvolvimiento de otras poblaciones contemporáneas y tuvieron un rol fundamental en el desarrollo de las sociedades que las sucedieron en el tiempo. Pero a diferencia de las civilizaciones del viejo mundo, que mantuvieron entre ellas un sistema de interacción e intercambio de bienes y conocimientos que les permitió aprovechar de las experiencias del conjunto, en el Perú el proceso se dio en total aislamiento, pues Caral se adelantó en, por lo menos, 1 500 años a Mesoamérica, el otro foco civilizatorio del Nuevo Continente” (9).
A fines del año 2005 la arqueóloga Ruth Shady anunció el descubrimiento de un quipu en las ruinas de Caral, que según todas las evidencias, corresponde al auge de esta famosa Ciudad Sagrada, unos 2500 años a.C. Este descubrimiento revolucionará el estudió de la historia andina. Los quipus son ramales de cordeles y nudos de diferentes formas y colores que se utilizaban para guardar la contabilidad de las poblaciones y recursos, en el antiguo Perú. Se sabe que también servían para guardar memoria de hechos de la historia sagrada y real en el Imperio de los Incas. El quipu que se consideraba más antiguo, data del año 600 de nuestra era. El hallazgo del “Quipu de Caral” ratifica el alto grado de desarrollo cultural de nuestros ancestros del Arcaico, a la altura de los grandes focos civilizatorios del planeta.
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